Gallinita de barrio

Su apariencia de atractiva seriedad escondía una personalidad juguetona

que perdonaba cualquier inconveniente intelectual. Habiendo escapado

de media vida tumultuosa, gustaba de las tertulias de patio que polluelos

y gallos viejos frecuentaban en busca de una pisada.

Las cercas de alambre no eran obstáculo, con su andar pizpireto

escabullía sus plumas por cualquier orificio en busca de la mirada furtiva

o el cumplido piropo a su menudo encanto, que saciara su vanidad.

En una escapada, encontró al gallo de su vida; medio desplumado por la edad,

pero de bien afiladas espuelas, cantando a capela tonos de amanecer,

para mostrar su casi agotado arsenal a cualquier rival y de paso seducir

a las gallinas presentes.

El cruce de miradas estaba predestinado, el viejo gallo con indiferencia

había clavado sus pupilas en la solitaria gallinita, que recíprocamente

coqueteaba mostrándole sus mejores dotes en el escarbar de tierra,

garantía de ser una buena madre para sus polluelos.

A pesar de algunos indicios de pretensión, la gallinita estaba de comerse,

capaz de complacer al más exigente semental. Sin andarla buscando,

el veterano gallo había encontrado la gallina que le incubara los huevos en su vejez.

Impúdico florilegio Pag.41 Iván Figueroa 2022.

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